Cuando las cosas no salen bien, cuando la vida te decepciona, cuando quieres gritar “por qué me pasó esto a mí”, es fácil sentirse débil e impotente. Decimos que todo esto es una injusticia y es imposible ver la luz al final del túnel. Si esto te pasa, te aseguro que 99.99% de los adultos en el mundo se han sentido así en muchos momentos.
No voy a minimizar este sentimiento, porque es muy fuerte y es muy real, pero te voy a decir que a pesar de lo que sientas en este momento, eres más fuerte de lo que crees y probablemente ya te lo has demostrado.
Una vez, mi mamá me dijo que cuando vemos que las cosas se ponen imposibles, es un alivio pensar en los antepasados porque si ellos no pudieron haber superado sus momentos difíciles, ninguno de nosotros hubiera nacido. Somos muestra que sí pudieron sobrevivir todo lo que les pasó. Pero hoy les muestro una idea un poco diferente y eso es ver lo que has logrado hasta hoy.
El inicio de mi historia
Yo, por ejemplo, he tenido que reiniciar mi vida tres veces a mis 30 años, y estoy apostando por hacerlo una cuarta vez. Al tener apenas dos años, mis papas me llevaron a EEUU sacándome de mi ámbito, llevándome lejos de toda mi familia y forzándome a acostumbrarme a escuchar un idioma diferente todos los días. Claro, ellos lo hicieron con la mejor intención para darme un futuro mejor, pero no fue una decisión sencilla para nadie. Lamentablemente, la nueva vida no duró mucho ya que a los 8 años nos vimos obligados a reiniciar nuevamente cuando no pudimos sacar la residencia en EEUU. Ese fue el primer peor día de mi vida, cuando tuve que nuevamente abandonar todo lo que tenía, incluido mis sueños de ir a la secundaria con mi mejor amiga, ser una cheerleader, y hasta como me imaginaba mi vida de adolescente.
Llegué a Lima
En Lima, las cosas fueron muy difíciles para mí. De la noche a la mañana tenía que ir a un colegio nuevo rodeada de gente desconocida y esperaba poder acordarme de todo el castellano que mi mamá me había estado enseñando. Fue tan difícil que hasta las cosas que me había traído de EEUU, como mis plumones para el colegio, me daba miedo usar porque pensaba que si se acababan o se secaban, ya no tenía forma de conseguir otros nuevos.
Aún peor fue que la cultura en Lima era radicalmente diferente a la que yo había conocido y todo me chocaba. Pasé de ser una cheerleader energética que hacía rutinas en medio de un partido de fútbol americano a un ratoncito callado a quien apenas se le podía escuchar. Luego sufría bullying en el colegio, lo cual me deprimió y me tuvieron que llevar a una psicóloga ya que me quedaba dormida en mis clases favoritas, las cuales eran mi único refugio. Hubo también momentos en que pasaba un día en que no comía porque me decían gorda. Por suerte, la psicóloga me ayudó y las cosas comenzaron a cambiar. La gente también comenzó a crecer y me junté con otras personas que no me hacían sentir mal. Y…vino otro cambio.
De vuelta a EEUU
Mi papá volvió a conseguir trabajo en EEUU y nos fuimos de vuelta. Estaba emocionada al inicio, pensé que iba a ser mi salvación salir del ámbito que me causaba tanta angustia, pero como las cosas mejoraron en el colegio, me dio pena dejar todo lo que estaba construyendo. Sin embargo, fue bueno porque llegué a EEUU con una energía más positiva.
Me entregué completamente a esta nueva experiencia y me pude soltar fácilmente y tener amigas, algunas con las que aún hablo.
No todo fue lindo, no todo era asombroso, pero tenía un camino muy definido, metas, sueños y me sentía bastante bien. Me ilusionaba con ir a la universidad, conocer mi futuro esposo allí y empezar a trabajar y conseguir mi propio dinero.
Temas de imigración
Pero la vida tenía más planeado para mí y cuando a mis papas les dieron la residencia finalmente, yo quedé fuera de la aplicación por haber cumplido 21 años. Siendo legalmente una adulta, no podía estar incluida en la aplicación de mis papás. Pero no importó en el momento porque saqué una visa de estudiante, terminé la universidad con honores, conseguí trabajo y me mudé de la casa de mis papás.
Me sentía tan bien que a mis 23 años tenía un buen trabajo que me permitía comprar lo que quisiera, cubrir mi alquiler y todos mis gastos, y vivía a una hora de NY. Nada podía ser mejor. Hasta que postulé a la visa de trabajo y no lo conseguí porque era bajo una modalidad de lotería (no sé si seguirá así pero así fue en el 2015).
Dejé mi linda casita
Me sentí tan devastada por esta nueva ilusión de un futuro totalmente destruido. Tuve que cerrar mi linda casita que solo tuve por 10 meses con todos los muebles que me imaginaba que tendría por varios años y todo el esfuerzo que hice para independizarme y vivir tranquila.
Reclamaba bastante, gritaba por qué Dios no me permitía poder gozar esta vida un poquito más. Por qué a tan solo 24 años me estaba obligando a dejar todo atrás nuevamente y no me sentía preparada. Lloraba entre gritos, agarrándome el pecho y cayéndome al piso gritando mirando todas mis cosas alrededor. Esta había sido la primera vez que pude hacer todo lo que quería y construir una casa a mi estilo y hacer lo que a mí me parecía correcto. Aparte, todos me habían dicho, “vas a ver que va a salir tu visa”, “vas a ver que todo va a salir bien”, y me parecía que todos eran unos mentirosos.
Hasta ese momento, nunca había sentido un dolor tan fuerte y ahora tenía miedo de regresar al lugar que me había traído una depresión.
Lo afronté
Pero yo ya era otra persona. No era la misma ratoncita muda que no se atrevía a hablar o reclamar ser escuchada. Había crecido a ser una persona que me encantaba. Era más fuerte, más libre, inteligente, con muchísimos sueños y la fuerza de lanzarme a lo que era importante para mí. Hasta hice rappel de un edificio de 24 pisos, parapente de un acantilado en el atardecer, y me atrevía a decirle a ciertos chicos que me gustaban (y haber sido rechazada por algunos). Vi todo lo que ya había podido lograr en esos 10 años y me armé de fuerzas y le dije a mi papá que quería probar ir a Lima.
No fue nada fácil la transición a Lima. Luego de estar solo un par de meses en Lima volví a ver a una psicóloga porque las diferencias de idiosincrasia eran fuertísimas y sentía que todo lo que hacían los limeños era lo opuesto a lo que yo pensaba. Sentía tanta pena aún por lo que me había pasado que pasó un año hasta que pude contar mi historia sin llorar. Pero el dolor pasó.
Un poco más de un año de mi llegada a Lima celebré mis 25 años en Europa donde me sentí nuevamente libre. Viajé sola por parte del viaje, pagué todo por mi cuenta, pude manejarme en ciudades nuevas, muchas con idiomas que no conocía y escogí que quería hacer.
Lo sobreviví
Ya ha pasado bastante tiempo. Ya las secuelas del encierro de la pandemia se han disipado y me siento con fuerzas de regresar a lo que quería hacer antes de la pandemia. Ahora por primera vez en mi vida, escojo lanzarme al vacío. No porque no salieron mis papeles, no porque se terminó el trabajo de mi papá, sino porque tengo el deseo de estudiar una maestría y de crecer en lo profesional y personal. Soy consciente de lo que se viene y va a ser un camino muy duro. Probablemente me voy a sentir muy sola en muchos momentos al ir a un lugar en que no conozco a nadie, probablemente me va a costar comunicarme con la gente, pero me respaldo en saber que ya lo he hecho, y lo sobreviví.
Ya he sobrevivido decepciones, cambios radicales, llantos espantosos, engaños, y mira que sigo respirando. Estoy tranquila y sigo buscando cumplir mis sueños profesionales y personales. Me emociona pensar que a pesar de lo malo y complicado que se viene, voy a conocer a gente nueva, voy a estudiar cosas nuevas, voy a ver lugares nuevos y muchas otras cosas más que aún no puedo imaginarme.
Ahora tú
Te invito a que reflexiones también de todo lo que has hecho hasta ahora. Como cuando tu pareja te dejó, te decepcionó, o te dijo que eras perfecta y te cambió por otra. Cuando perdiste tu trabajo y pensaste que nunca ibas a poder seguir adelante. Mira que lo pudiste superar, o por lo menos pudiste seguir respirando después.
Creo firmemente que ese instinto de supervivencia que hemos heredado de nuestros ancestros nos impulsa a sobrevivir lo que se viene.
Si estás leyendo este artículo, significa que has superado una ¡PANDEMIA GLOBAL! Eso no fue nada fácil. Todos sufrimos y muchos perdieron personas importantes en sus vidas, pero aquí seguimos.
Y recuerda, cada día que despiertas, es una oportunidad más para hacer un cambio en la vida y para disfrutarla plenamente. Creo que lo podrás, eres más fuerte de lo que crees.